Relación entre bien privado y bien común, naturaleza de la empresa y naturaleza del capitalismo: en la elección del nombre León está la necesidad de la Iglesia de entrar en los grandes asuntos económicos
Luigino Bruni
publicado en Avvenire el 11/05/2025
El primer documento programático del papa Francisco fue la elección de su nombre. La primera referencia del nombre escogido por León XIV es a su predecesor, el autor, entre otras cosas, de la Rerum Novarum, aunque también nos guste pensar a nosotros, amigos de Francisco, en “Fray León de Asís”. ¿Qué significa reconectarse con una tradición o con una encíclica? La fidelidad a la Doctrina de la Iglesia, en particular a la doctrina en materia social, es una buena fidelidad si hay fidelidad a las preguntas, lo que directamente comporta una traición a las históricas respuestas concretas. Porque una tradición que quisiera ser fiel a las respuestas de ayer acabaría inmediatamente traicionando a las preguntas que habían dado esas respuestas.
León XIII (1810-1903) fue un hombre y un papa longevo. Su pontificado tuvo lugar entre 1878 y 1903, entre los más largos de la historia de la iglesia. Estábamos en la época del non-expedit y del Concilio Vaticano I. Eran también los años del desarrollo del darwinismo, del surgimiento del movimiento socialista y marxista y de la consolidación del primer capitalismo en la economía occidental. La industrialización estaba creando nuevos desequilibrios y conflictos, a las desigualdades feudales se les sumaban las desigualdades industriales. El capitalismo naciente había creado una nueva clase, la de los obreros-proletarios, sobre la que el movimiento socialista se aferraba con particular éxito y velocidad. Es el nacimiento de la famosa “cuestión social” o cuestión obrera (Rerum Novarum, 1). Desafíos totalmente compartidos con el gran tema – iniciado con la Contrareforma – de la relación difícil entre la Iglesia católica y la modernidad, que no casualmente llegará a su fin con la última batalla campal contra el movimiento modernista, empezada por León XIII y radicalizada por Pío X.
Para entender a León XIII hace falta conocer al menos dos de sus varias encíclicas: la Aeterni Patris (1889) y la Rerum Novarum (1891), esta última considerada el texto fundador de la Doctrina Social de la Iglesia en la edad moderna (nota: la Iglesia siempre ha tenido una doctrina social, empezando por la del Evangelio, siguiendo con la de los Padres y luego con la escolástica del medioevo). La Aeterni Patris es, de todos modos, muy importante, porque es difícil, quizás imposible, leer la Rerum Novarum sin la Aeterni Patris, que es un manifiesto teológico y pastoral para “renovar y devolverle el primitivo esplendor a la doctrina de Santo Tomás de Aquino” (AP). Un decidido regreso al doctor angelicus y, por lo tanto, a la escolástica y a la Edad Media, que tanto influenciaron el pensamiento y la acción del mundo católico, incluyendo a economistas como Giuseppe Toniolo y a personalidades como Agostino Gemelli, quien en la primera página del primer fascículo del primer número de la revista Vita e Pensiero, escribía: “Nosotros somos medievalistas. Nos sentimos profundamente alejados o, mejor dicho, enemigos de la llamada ‘cultura moderna’” (1914).
El Neotomismo y la crítica al mundo moderno también se encuentran en la Rerum Novarum. En una época de gran miedo en la iglesia con respecto al socialismo, la Rerum Novarum fue una condena a las soluciones socialistas, y una defensa a la tradición liberal de la propiedad privada, definida como “derecho de naturaleza” (RN, 5), sobre la que pesaría “la autoridad de las leyes divinas” (RN, 8). Los socialistas se equivocaban porque “atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes” (RN, 2), olvidando, entre otras cosas, que Tomás subordinaba la propiedad privada al derecho del “destino universal de los bienes”, como será afirmado por el Concilio Vaticano II y por los sucesivos papas.
La Rerum Novarum no es solo eso, hay también advertencias y recomendaciones a los propietarios de reconocer salarios justos, y se habla mucho de la importancia del trabajo. También encontramos la reivindicación del derecho a las asociaciones, de los católicos antes que nada, y de sus “congresos”; la tesis de la armonía entre clases sociales que debía sustituir a la marxista lucha de clases; por lo tanto, una visión de la empresa como un “cuerpo” en el que todos los miembros son solidarios (RN 14): la doctrina del corporativismo católico que, a través del restablecimiento de los “gremios de obreros y artesanos” medievales (RN 36), habría representado una tercera vía entre el socialismo y el individualismo liberal. Encontramos también una crítica a los “empresarios” (la RN es uno de los primeros lugares en que aparece la palabra “empresario”), cuando no responden a los obreros con el salario justo (RN 17). Por otro lado, León XIII afirmaba que “no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo” (13). Los ricos siguen siendo ricos y los proletarios pobres, pero todo en armonía, dentro de las mismas empresas-corporaciones, que favorecerían la “fraternidad” de la que habla la encíclica. Deberán “ponerse de acuerdo entre ellos, ricos y proletarios”, en una armonía estática, donde cada uno acepta las condiciones sociales en que lo ha puesto la Providencia.
La historia y la Iglesia han superado desde hace tiempo casi todas las ideas y las propuestas de la Rerum Novarum, incluyendo las recién citadas. ¿Cuál es, entonces, el sentido de reconectarse hoy con León XIII y con su Rerum Novarum? Avanzo, en puntas de pie, hacia una interpretación personal.
La referencia a aquella primera encíclica socio-económica moderna es muy importante. Pero lo es por las preguntas que planteaba, no por las respuestas que ofrecía, las cuales estaban profunda e inevitablemente condicionadas y determinadas por los desafíos y urgencias de su época, y que como tales fueron rápidamente superadas por las urgencias y los desafíos nuevos. El retorno al tomismo y al medioevo fue la respuesta a una pregunta de identidad importante dentro de la Iglesia católica de la época de León XIII. La pregunta por la identidad de la Iglesia católica en el 2025 sigue siendo importante (si está bien planteada), pero la buena respuesta nacerá con la traición a las viejas respuestas de finales del mil ochocientos, ya que los cristianos no encontrarán una buena identidad si no hacen las paces con el mundo moderno, que es hijo, y no enemigo, del cristianismo.
Al mismo tiempo, cada papa y cada generación de cristianos debe decidir a qué antiguas preguntas quiere responder con creatividad, qué preguntas de ayer olvidar, y qué otras nuevas hacerles a la iglesia y al mundo. León XIII vio el principal enemigo en el peligro socialista y en sus equivocadas respuestas a los nuevos desafíos del trabajo.
El gran mensaje que podemos ver en el nombre de León y en su referencia a la Rerum Novarum es fuerte y claro: volver a las preguntas de la Doctrina social de la iglesia, aquellas sobre el trabajo, sobre la justicia de los salarios, sobre la relación entre bien privado y bien común, sobre la naturaleza de la empresa, sobre la naturaleza del capitalismo, sobre la vocación del empresario, sobre la paz y muchas otras ya conocidas, y otras que nacerán, de la iglesia y de la historia. Una nueva cuestión, inaugurada por Francisco, es la ambiental, de la que dependerá mucho la calidad del magisterio social que está por comenzar.
Pero la verdadera cuestión que está en el centro de la Rerum Novarum, y por tanto en la decisión de León XIV de ponerla de nuevo en el centro, es la necesidad para la Iglesia de entrar en las cuestiones económicas y sociales de esta época. Aquí está, creo, la clave de la elección del nombre y su código simbólico. La economía, la justicia, el capital, el trabajo, la paz, las empresas no son extrañas al pensamiento y al magisterio de la iglesia, son cosas que tocan el corazón del anuncio de la buena nueva del evangelio en el mundo. No hay iglesia sin doctrina social, no hay evangelio que no hable también la lengua de la economía. Porque así es desde el comienzo. Jesús hablaba de economía, los evangelios están llenos de monedas, mercantes, salarios, obreros, impuestos. No hay evangelio y no hay iglesia que no se metan en temas económicos. La economía no es materia de expertos: la economía tiene que ver con la vida, y por lo tanto con la iglesia, con todos los cristianos. Tiene que ver con la justicia, con la riqueza, con la pobreza, con la paz, con la calidad de nuestras relaciones y de nuestros sueños, con el presente y el futuro de los jóvenes, y en consecuencia, le concierne, le debe concernir, a la iglesia, a su pensamiento, a su acción y a su inteligencia. Y le concierne en las respuestas concretas que aquellas preguntas exigen en el hoy de la historia, que mañana serán otras. Hoy las Res Novae se llaman trabajo e inteligencia artificial, los grandes temas de la transición ecológica, las deudas y créditos ecológicos y financieros y, otra vez como siempre, la pobreza de todos, la pobreza y el hambre de los niños. Este es el gran mensaje oculto en ese hermoso nombre con gusto a antiguo.
Por último, la Rerum Novarum identificó en el socialismo el gran peligro que amenazaba la vida económica y social de la cristiandad. Durante al menos un siglo el socialismo y el comunismo fueron los Gog y Magog del pensamiento social católico, fueron los primeros grandes enemigos, siempre presentes en el horizonte de las encíclicas sociales. Hoy, viendo en qué se ha convertido el mundo globalizado, tenemos que reconocer que mientras la iglesia combatía al enemigo señalado por la Rerum Novarum, el capitalismo creció casi sin ser molestado, y en nuestra distracción se metió por entre los muros de la christianitas, gracias al caballo de troya del proclamado “espíritu cristiano”. Y cuando a finales del siglo XX, el centro del capitalismo pasó de la fábrica a las finanzas y del trabajo al consumo, el espíritu del negocio invadió el mundo y conquistó las almas. Si hoy la iglesia tiene una gran dificultad en anunciar el evangelio de Jesús y en hacerlo entender, una razón profunda está también en la desertificación de las almas producto del nihilismo de las mercancías. Un capitalismo del siglo XXI que se ha vuelto una verdadera religión que está sustituyendo al cristianismo, con sus grandes dogmas de la meritocracia y el liderazgo. La crítica del Evangelio a las cosas nuevas en la sociedad y en la economía hoy no puede no ser también una crítica directa y explícita al nuevo capitalismo convertido en religión. ¡Buen trabajo Papa León!
Credit Foto: © Vatican Media