La sentencia de la Corte Internacional y la oportunidad de implementar aranceles al gas producto del fracking
Alberto Ferrucci
publicado en Città Nuova el 8/8/2025
La reciente sentencia de la Corte Internacional de Justicia, solicitada por las Islas Vanuatu podría parecer un dictamen consultivo, pero es mucho más que eso: es un hito ético y político en la carrera global contra el cambio climático. La Corte afirmó que los Estados tienen la responsabilidad – aunque no sea formalmente vinculante – de evitar actividades que agraven la crisis climática, como la extracción y la exportación de combustibles fósiles.
Esa toma de posición va directamente, aunque no de manera explícita, contra las prácticas más perjudiciales, como el fracking, la técnica que rompe las rocas en profundidad para sacar gas natural. El problema no es solo el CO₂ que se produce al quemar ese gas: es también, y sobre todo, el metano que se filtra en la extracción y en la distribución, un gas de efecto invernadero con un efecto a corto plazo 80 veces más potente que el CO₂.
En el momento en el que todos hablan de “transición ecológica”, seguir importando un gas que se obtiene mediante la fracturación hidráulica es una decisión profundamente incoherente. Y Europa lo está haciendo.
Después del estallido de la guerra en Ucrania, los países de Europa firmaron acuerdos a largo plazo con Estados Unidos y con Argentina para la importación de gas natural licuado (GNL), obtenido a menudo a través del fracking. Ese gas viaja en buques metaneros, se regasifica, se distribuye… y en todo este proceso, emite más gas de efecto invernadero que el gas que se extrae de yacimientos tradicionales. Es literalmente el gas más contaminante del mercado.
Pero en Bruselas parece que nadie quiere cuestionar esos contratos. A pesar de que Europa busca posicionarse como líder en descarbonización, sigue alimentando un mercado fósil tóxico, con la justificación de la “seguridad energética”. Pero si la seguridad se basa en el fracking es una bomba climática de tiempo.
Ahora que los aranceles comerciales se usan como ventaja para defender la economía interna o para embestir contra prácticas incorrectas, ¿por qué no introducir aranceles climáticos diferenciados por el GNL? Una idea simple: tasar fuertemente el gas licuado que se obtiene por fracking y no penalizar de la misma manera al que se extrae de yacimientos convencionales.
No se trata de idealismo, se trata de coherencia, responsabilidad y previsión. Es una medida que podría convertirse en un instrumento concreto para penalizar a los productores que usan tecnologías destructivas para el ambiente y el clima, y para dar una clara señal política: aquella Europa que rechaza los productos norteamericanos por su modo de producción, debería actuar del mismo modo y rechazar el gas que se produce contaminando la atmósfera con metano.
El dictamen de la Corte Internacional no obliga formalmente a los Estados, pero impone una reflexión pública: seguir invirtiendo en el fracking significa, aunque sea indirectamente, contribuir activamente al colapso climático. Las Islas Vanuatu, que corren el riesgo de desaparecer por la elevación del mar, tuvieron la valentía de plantearle la cuestión al máximo tribunal de derecho internacional. ¿Y nosotros, que somos mucho más ricos y somos más responsables de las emisiones globales, podemos de verdad ignorarlo?
El gas no es una fuente de “transición” si se obtiene con prácticas que liberan metano en la atmósfera de manera descontrolada. Es un acelerador de crisis, una paradoja disfrazada de solución.
Ahora que la justicia internacional marcó el camino, les toca a los gobiernos decidir si sigue o no cerrando los ojos… o si empieza realmente a asumir la responsabilidad climática. Y en este escenario, introducir aranceles ambientales sobre el GNL del fracking sería un primer paso concreto y coherente.
Credits foto: Foto di Kevin Snyman su Pixabay