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La economía de Francisco

Del 19 al 21 de noviembre se encontrarán en Asís cientos de jóvenes economistas y empresarios en un evento global convocado por el Papa Francisco. Es hora de actuar para salvar la tierra.

Luigino Bruni

Original italiano publicado en Il Messaggero di Sant'Antonio el 25/03/2020.

En Europa y en todos los países occidentales se discutió mucho, durante el siglo XX (y parte del XIX), acerca de la naturaleza moral o inmoral del capitalismo. En el fragor de la polémica arrastraron a multitud de hombres y mujeres, con su sangre y su vida. Hoy, al alba del tercer milenio, se nos plantean nuevos desafíos donde no hay nada que discutir. Hoy tenemos la certeza de que, en lo relativo a la salvaguardia o la custodia de la tierra, los bienes comunes y los bienes relacionales, el capitalismo no funciona. Su racionalidad, basada en la búsqueda del bienestar individual, no sabe cuidar el planeta, los bienes que usamos todos juntos y las relaciones humanas. Si no cambiamos pronto y rápidamente, solo seremos capaces de seguir destruyéndolos. Sobre esto ya no hay debate que valga. 

El movimiento de Greta y los demás movimientos juveniles, que en estos últimos tiempos están animando (dando alma) al mundo, lanzan este mismo mensaje de distintas maneras. Son sobre todo jóvenes y adolescentes quienes gritan este mensaje, desempeñando una función supletoria en un mundo de adultos y viejos demasiado distraído por el bienestar y drogado por el consumismo como para darse cuenta de ello y cambiar. Esto es importante, y el Papa hace tiempo que lo ha entendido (prueba de ello es su encíclica Laudato si’). Hoy lo corrobora convocando en Asís a 2000 «jóvenes» economistas y emprendedores para un evento global que tendrá lugar del 19 al 21 de noviembre de 2020.

Estamos inmersos en un nuevo “sesenta y ocho” global. Pero esta vez la Iglesia no es parte integrante de lo viejo que se combate, sino de lo nuevo que avanza rápidamente. Será un evento de jóvenes economistas, emprendedores y activistas. Estas son las grandes innovaciones de The Economy of Francesco. Mientras el mundo de los negocios sigue reuniendo en Davos y en otros lugares a los adultos y ancianos para gestionar el destino de la economía mundial, el Papa confía en los jóvenes, en su corazón y en su inteligencia. Es la primera vez que un líder mundial o una institución global convoca a jóvenes economistas para un compromiso común y coral. Un Papa convocando a los jóvenes de la economía: he aquí otra innovación de Asís 2020.

La Iglesia católica desde siempre ha prestado gran atención a la política o a la familia; no tanta a la economía, en cuanto ciencia económica y en cuanto empresa. Una razón, entre otras, es que la Iglesia católica ha sufrido en gran parte el capitalismo moderno, que nació sobre todo de una ética protestante y de un espíritu individualista. La Iglesia católica siempre ha sido crítica y escéptica con respecto a los mercados y a los banqueros. Dante coloca a los usureros en el infierno (Canto 17), y les reserva un tratamiento al menos tan duro como el de los avaros (Canto 7). La riqueza es estiércol del demonio y mammona, y en general el camello no pasa por el ojo de la aguja.

El humanismo católico fue también una reacción al capitalismo del Norte, a sus finanzas y a su cultura empresarial. Por eso, en el mundo católico siempre se han impartido muchos cursos sobre política, doctrina social y atención al mundo del trabajo y al sindicato, pero son muy pocas las encíclicas y los documentos dirigidos directamente a los empresarios y a los banqueros.

La economía en el centro.

Este Papa innova también cuando pone la teoría y la praxis económica en el centro de su atención de pastor. Para Francisco, el mundo no cambia si no se cambia la praxis y sobre todo la teoría económica. Asís será la patria de esta atención por los jóvenes y por la economía, una ciudad que, en sí misma, es ya un mensaje. The Economy of Francesco es la economía del papa Francisco y de San Francisco, juntos. Los franciscanos desempeñaron un papel importante en el nacimiento de la economía de mercado, aunque es un papel distinto del que habitualmente se dice, cuando se coloca, tal vez demasiado superficialmente, a los franciscanos en el origen de la teoría económica moderna o incluso del capitalismo. Es cierto que fundaron los Montes de Piedad, pero no podemos olvidar que estos nacieron para criticar a los bancos que ya existían en Italia pero no eran para los pobres. Los Montes de Piedad nacieron sine merito, sin interés, como desafío a la economía lucrativa de las ciudades.

Francisco comenzó su revolución eligiendo como forma de vida «solamente» el Evangelio. La pobreza de Francisco era individual y comunitaria, porque tampoco los conventos debían poseer bien alguno. Nada poseer, vivir sine proprio. Desde el principio se produjo un encendido debate, incluso jurídico, sobre la distinción entre la «propiedad» de los bienes y su «uso». Los teólogos y juristas franciscanos intentaron convencer a los Papas y a la Iglesia de que era posible consumir los bienes primarios sin convertirse en sus dueños.

Francisco, sus frailes y sus monjas, intentaron algo impensado, que aún hoy nos deja sin aliento: volvieron a los caminos, siendo ricos se hicieron pobres mendicantes entre los pobres. Francisco pasó por el ojo de la aguja no porque ampliara el ojo para que pasaran también los ricos (como hizo la Iglesia institucional después de Constantino), sino porque redujo el «camello» hasta hacerlo delgadísimo: el nada-todo del agape. «¡Oh ignota riqueza! ¡Oh bien fecundo! Se descalzó Egidio, se descalzó Silvestre tras el esposo, tanto la esposa gusta» (Paraíso, XI,84). 

La riqueza distinta franciscana se convirtió en nada poseer para poder entrar en otro reino. Pero sabemos que el intento franciscano de distinguir la propiedad de los bienes de su uso no tuvo éxito. La Iglesia de Roma (Papa Juan XIII), contradiciendo las tesis de los teólogos franciscanos (San Buenaventura), afirmó con una Bula la imposibilidad del «uso» desnudo de los bienes. Rectificó a su predecesor Nicolás III y atribuyó a la orden la «propiedad» de los bienes que usaba. La utopía de los franciscanos no entró en el derecho de la Iglesia romana ni en la herencia económico-jurídica de Occidente. Pero no ha muerto, porque sigue desafiando a nuestras economías y nuestros sistemas jurídicos.

Los primeros franciscanos, en base a la profecía de Joaquín de Fiore, creían que el último tiempo, el séptimo, sería el de la altísima pobreza de Francisco, que para ellos era el profeta del último tiempo. Con el tercer milenio, hemos entrado definitivamente en la era de los bienes comunes. Si nos seguimos sintiendo propietarios y señores de la tierra, de la atmósfera, de los océanos, solo seguiremos destruyéndolos. Debemos aprender pronto a utilizar los bienes sin ser sus dueños, debemos aprender rápidamente el arte del uso sin propiedad. ¿Y si fuera la altísima pobreza de Francisco la única oikonomía de la era de los bienes comunes?

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