Benedetto Gui

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Aranceles: el poder adquisitivo, y no solo, de Estados Unidos

El acuerdo controvercial entre Estados Unidos y la Unión Europea en sus efectos concretos y de largo plazo

Benedetto Gui

publicado en Città Nuova el 30/07/2025

Pensemos en una aislada región del mundo dividida en muchos feudos. En el más importante, por el cultivo, la manufactura y la fuerza militar, hay un nuevo señor. Al enterarse de que su feudo vende a los otros mucha menos mercancía de la que estos venden al suyo, anuncia impuestos muy altos sobre los productos que sus súbditos van a comprar fuera de sus fronteras.

Parecería un desprecio por sus súbditos, pero él les asegura: “De todas las mercancías vendidas más allá de la frontera por otros feudos, el nuestro por sí solo compra casi una de cada seis, y para algunos feudos nuestras compras representan una porción mucho más grande. Somos clientes demasiado importantes. Van a ver que los demás señores feudales vendrán uno tras otro con el sombrero en la mano dispuestos a dar grandes concesiones con tal de que les bajemos esos impuestos”.

Y así fueron las cosas. Solo uno de los otros feudos, también muy poderoso, tuvo la fuerza y la valentía de responder del mismo modo, e incluso con la amenaza de dejar de vender algunos minerales indispensables: inmediatamente obtuvo una suspensión de esos impuestos.

Había un tercer feudo muy importante que hubiera podido hacer lo mismo, pero ahí la feudataria debía someterse al veto de veintisiete señores locales, y entonces terminó ella también haciendo cola con el sombrero en la mano junto a los señores de todos los otros feudos más débiles.

Regresemos a nuestro 2025 y al “señor” Trump, que ha conseguido magistralmente – según él – hacer pesar el gran poder, adquisitivo pero no solamente, de su América, empuñando amenazante esos impuestos, o “aranceles”, del modo más inescrupuloso que antes se haya visto. Pero vamos a las concesiones de las que hablábamos.

En varios casos se trata de concesiones económicas, como el compromiso de la Unión Europea de comprarle a Estados Unidos enormes cantidades de gas y otros productos energéticos; o como el compromismo de invertir cientos de miles de millones de dólares para desarrollar nuevas actividades productivas en Estados Unidos, así como en el propio país o en terceros países (cláusulas del estilo se le impusieron a Japón y a la Unión Europea). Digamos que hasta aquí estamos dentro de un uso estratégico, en contextos típicamente económicos, del poder desmesurado.

Pero ese superpoder se desborda fácilmente a otros ámbitos, sobre todo si el que lo ejerce se ubica por fuera o por encima de las reglas en materia de relaciones entre Estados, que la comunidad internacional ha tratado con esfuerzo de establecer y, con más esfuerzo, de seguir. Y así a la Unión Europea se le pidió que aflojara con sus normas en materia de servicios digitales, destinadas a proteger a los ciudadanos frente a los grandes operadores, en gran parte norteamericanos (de hecho, a diferencia de las mercancías, Estados Unidos es gran exportador de servicios, pero de esto Trump se olvida de hablar); otro pedido es que Europa renuncie a la imposición sobre los ingresos que estos operadores obtienen vía internet, que sin un impuesto adecuado esquivarían la imposición del país en que esos ingresos se hicieron realidad.

A Brasil, en cambio, se le pidió la liberación del expresidente Jair Bolsonaro, procesado por promover una violenta tentativa de bloqueo ante la asunción de su sucesor, casi una copia del asalto que los trumpistas hicieron al parlamento estadounidense el 6 de enero del 2021.

Otra concesión, muy delicada, es el compromiso de comprar armas de producción estadounidense. El tema de las armas nos da una clave interpretativa de por qué la Unión Europea está aceptando un acuerdo que considerar “humillante” sería poco, tanto por su contenido (15% de aranceles por productos europeos que entran a Estados Unidos, frente al cero arancel por productos USA que entran a la UE, además de otras concesiones), así como por los modos del acuerdo, firmado en un resort de golf de la Trump Organization en Escocia, con motivo de su inauguración. ¿Puede la Unión Europea comprometerse en una dura negociación con Estados Unidos cuando necesita de la protección militar de estos, y cuando les implora que no disminuyan su apoyo a Ucrania?

Y así está obligada a aceptar la pérdida de puestos de trabajo (se calculan 70.000 solo en el sector automotriz), de ingresos   (por los menores volúmenes de venta y por las reducciones de precios necesarias para absorber parte de los aranceles), de avances tecnológicos (por el acuerdo de que las inversiones se hagan en Estados Unidos).

En el contexto internacional, la Unión Europea es, de todos modos, un sujeto privilegiado. Es más grave la imposición de aranceles del 19% a las exportaciones en Estados Unidos de productos de Filipinas y de Indonesia, contra el arancel 0% por los productos estadounidenses vendidos en estos países, sobre la base de acuerdos celebrados estos últimos días, seguidos previsiblemente de acuerdos análogos en otros países emergentes. Es solo el enésimo capítulo de la “revancha de los ricos contra los pobres” a la que venimos asistiendo estos últimos meses.

Foto:  Donald Trump official portrait (Wikimedia Commons)

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