Un mapa del planeta, a partir de sus fuentes energéticas, para comprender las razones de los conflictos en el mundo.
Alberto Ferrucci
Original italiano publicado en Città Nuova el 24/01/2020.
La energía es esencial para el desarrollo económico, pero la procedente de los combustibles fósiles está resultando letal para el planeta. Así lo demuestran el derretimiento acelerado del hielo de los polos, los incendios en California y Australia - tan extensos que no es posible contenerlos con helicópteros y aviones, sino que requieren el lanzamiento de agua desde aviones Jumbos - y las tormentas de viento que derriban bosques enteros y levantan olas que arrasan las costas.
Pero no es fácil prescindir de los combustibles fósiles. La energía renovable que se produce hoy, aun siendo mucha, no es suficiente para sustituir a la de origen mineral, ya que debe atender a una demanda energética creciente, sobre todo por parte de los países asiáticos, que están creciendo en población y en tenor de vida.
Así se explica la contradicción de China, que sigue aumentando el consumo de carbón, a la vez que inaugura un enorme aeropuerto totalmente alimentado por energía verde y destaca en los transportes con trenes veloces, como ocurre también en India.
El petróleo sigue siendo protagonista, con una producción en ligero aumento. Se extraen 94,5 millones de barriles al día, con reservas para otros 49 años. El crudo sigue condicionando la lógica de la política internacional, en particular desde que se descubrió un nuevo método de extracción: el fracking, que, en los últimos doce años, ha aumentado la producción de Estados Unidos de 6,7 a 17.2 millones de barriles al día.
La irrupción del petróleo de fracking ha creado importantes excedentes de producción. En un mercado libre, estos excedentes habrían provocado una reducción del precio, como ocurrió en los años 80, cuando el precio cayó a 7 dólares por barril. Entonces la caída privó a muchos países en vías de desarrollo de los ingresos que necesitaban y afectó sobre todo a la URSS, que basaba su economía en enormes entradas de divisas gracias a la exportación de materias primas; aquella caída creó las condiciones económicas para su descomposición.
Cuando, a causa del fracking, el precio, en estos años pasados, bajó de 60 a 25 dólares por barril, el presidente Putin, temiendo la repetición de la historia, propuso por primera vez a un país que hasta entonces no era precisamente amigo, Arabia Saudita, tercer gran productor mundial, un acuerdo de reducción de la producción para elevar el precio a los 65 dólares actuales.
Pero no es posible concebir ningún acuerdo de reducción con las empresas extractoras estadounidenses, que durante estos años se han endeudado fuertemente para aumentar paroxísticamente su producción en 1,7 millones de barriles diarios solo en el último año. A su presidente amigo, Trump, le tocaba encontrar un mercado para su petróleo, evitando de este modo que quebraran, en una nueva y enorme burbuja financiera.
Trump lo ha intentado. Intentó convencer, inútilmente, a la canciller Merkel para que no desdoblara el gaseoducto North Stream hacia Rusia y comprara su gas de fracking licuado. Probablemente lo sigue intentando, dificultando la eliminación de las sanciones a Irán, que tiene reservas para 124 años y hoy produce el 22% de petróleo menos que hace doce años. Probablemente no hará gran cosa para que Libia recupere la producción de crudo del yacimiento El Sharara, parado por Haftar durante estos años. Libia tiene reservas para 116 años, y la desaparición de 300.000 barriles diarios producidos por esos pozos ayuda a mantener alto el precio internacional.
Países productores del 87 % del petróleo del mundo (*) |
Producción 2019 (MMbbl/g) |
Variación % con respecto al 2018 |
Reservas en años de producción |
USA |
17.2 |
1.8 |
10 |
Arabia Saudita |
12.0 |
-0.3 |
61 |
Rusia |
11.5 |
0.1 |
19 |
Canadá |
5.3 |
0.1 |
87 |
Iraq |
4.8 |
0.2 |
84 |
Emiratos |
4.0 |
0.2 |
67 |
China |
3.8 |
0.1 |
18 |
Irán |
3.4 |
-1.0 |
124 |
Kuwait |
3.0 |
0.1 |
94 |
Brasil |
2.9 |
0.2 |
12 |
Nigeria |
2.1 |
0.0 |
48 |
Kazajstán |
2.0 |
0.0 |
42 |
Qatar |
1.8 |
0.1 |
38 |
Noruega |
1.7 |
-0.2 |
13 |
Argelia |
1.6 |
0.0 |
21 |
Angola |
1.5 |
-0.1 |
15 |
Libia |
1.1 |
0.1 |
116 |
Venezuela |
1.1 |
-0.5 |
775 |
Azerbaiyán |
0.8 |
0.0 |
25 |
Ecuador |
0.5 |
0.0 |
43 |
Total |
82.0 |
0.72 |
54 |
Total mundo |
94.5 |
93.8 |
49 |
La tabla (Worldwide Report de Oil & Gas Journal, Dic 2019) muestra otros países productores que atraviesan dificultades: el abandono, gracias a Maduro, de los técnicos de las grandes compañías petroleras ha reducido en un 67 % la producción de Venezuela, que tiene reservas para 775 años. Nigeria, que tiene una gran necesidad de ingresos para una población en aumento, en los últimos doce años ha perdido el 20% de la producción.
En conclusión, los poderosos explotan la geopolítica para imponer en el mercado, al precio que deciden, sus materias primas, aun cuando esto resulta escandaloso: en los doce años en los que el mundo ha aumenta el consumo de petróleo un 13%, los Estados Unidos han aumentado la producción un 154%, sin plantearse el problema de que, a este ritmo, en diez años acaba con todas las reservas del país y contamina el territorio, provocando terremotos y grandes emisiones de metano, veinte veces más nocivo que el anhídrido carbónico.
Es indignante la cancelación por parte de Trump de las leyes de Obama para reducir las emisiones de metano y aún más su intento de eliminar a nivel federal las leyes ambientales de California, que obligan a los fabricantes de automóviles a realizar fuertes ajustes en las emisiones, y que se aplican en toda la nación.
Todo lo dicho, en estos días de grandes eventos internacionales, no nos lleva a tener mucha esperanza en intervenciones útiles para resolver las crisis de Libia, Irán y Venezuela, ni por parte de Rusia, ni de Estados Unidos, ni de Arabia Saudita. Resolverlas significaría aumentar la oferta en el mercado del petróleo, a costa de su producción.