
Alessandra Smerilli, PhD
Pontificia Facoltà di Scienze dell'Educazione Auxilium
Piazza S. Maria Ausiliatrice, 60
00181 ROMA RM
e-mail: asmerilli@pfse-auxilium.org
vai alla mia home page:
Potete trovare qui alcuni miei brevi articoli
Pontificia Facoltà di Scienze dell'Educazione Auxilium
Piazza S. Maria Ausiliatrice, 60
00181 ROMA RM
e-mail: asmerilli@pfse-auxilium.org
vai alla mia home page:
Potete trovare qui alcuni miei brevi articoli
Alessandra Smerilli
publicado en Osservatore Romano el 05/11/2022
La palabra pobreza es compleja. Tiene acepciones negativas y positivas al mismo tiempo. Se la asocia con la carencia y la privación, pero también con la bienaventuranza y con una aspiración de vida. El pobre puede ser digno de compasión, culpable de su condición, o un santo que ha comprendido el secreto de la vida feliz. Puede ser una persona a la que ayudar o un ejemplo a imitar.
El economista iraní Majid Rahnema, en su libro Cuando la miseria expulsa a la pobreza, señala cinco formas de pobreza:
«La elegida por mi madre y mi abuelo sufi, siguiendo a los grandes pobres del misticismo persa; la de algunos pobres del barrio donde pasé mis doce primeros años de vida; la de las mujeres y los hombres de un mundo en vías de modernización, con una renta insuficiente para seguir la carrera de las necesidades creadas por la sociedad; la relativa a las insoportables privaciones sufridas por multitud de seres humanos, reducidos a formas humillantes de miseria; y para terminar la representada por la miseria moral de las clases pudientes y de algunos ambientes sociales que he conocido en el transcurso de mi carrera profesional» (2005, Einaudi).
Son cinco formas de pobreza, pero no todas son malditas. Algunas incluso son caminos de felicidad. Hay pobrezas y pobrezas. En determinadas circunstancias la miseria es tan grave que hace imposible vivir la pobreza entendida como virtud libremente elegida: si no tengo dinero para alimentar a mis hijos, o para curarlos, es imposible que pueda elegir una vida sobria y generosa. «Para un hombre con el estómago vacío, la comida se convierte en Dios», decía Gandhi; y cuando el hombre se encuentra en tales condiciones, fácilmente acaba siendo esclavo de aquellos que le prometen comida. El economista Alfred Marshall también se expresaba así en 1890: «Es verdad que incluso un hombre pobre puede alcanzar en la religión, en los afectos familiares y en la amistad la felicidad más alta. Pero las condiciones que caracterizan la pobreza extrema tienden a matar esta felicidad». Así pues, podríamos decir que la pobreza es una bendición y la miseria una maldición. Por consiguiente, hay que luchar contra la miseria, mientras que la pobreza puede ser un ideal de vida, que conduce a la felicidad. Este último nexo es difícil de comprender: ¿por qué privarse voluntariamente de bienes y riquezas puede dar la felicidad? “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos” (Lc 6,20). Los pobres experimentan el reino de los cielos ya en esta tierra: «Un reino donde se conoce la providencia, que solo los pobres experimentan: la providencia es para Lucía, no para don Rodrigo. Las fiestas más hermosas son las de los pobres. Es posible que en la tierra no haya nada más alegre que las bodas y los nacimientos celebrados por los pobres entre los pobres» (Luigino Bruni, «Avvenire» 2015).
Mujeres y pobres: una doble marginalidad.
Por desgracia, incluso cuando hablamos de miseria y de constricción a una vida pobre, debemos constatar que existen diferencias entre hombres y mujeres: ni siquiera la miseria nivela los géneros. Recientemente he conocido a una mujer que ha trabajado trece años como cuidadora sin tutela. Ahora se ha quedado sin trabajo y sin posibilidad de acceder a una pensión. Busca desesperadamente una oportunidad y por tanto está dispuesta a seguir siendo invisible con tal de comer. Aquí se abre el tema de la menor autonomía financiera de las mujeres, que las expone a una mayor fragilidad frente a los infortunios. La mayor parte de las mujeres no posee una cuenta bancaria. Si están casadas, no son titulares de las cuentas y, como tienen menos práctica, son también menos competentes en este campo. Y por desgracia existe una correlación bien documentada entre autonomía financiera y violencia doméstica: las mujeres más sujetas a violencia doméstica son las que no tienen libertad ni autonomía para alejarse de unos maridos violentos. El fenómeno de la violencia es conocido, pero existen otros muchos ámbitos donde las mujeres no son reconocidas, sobre todo cuando están en riesgo de empobrecimiento y exclusión.
A veces, los datos que recogemos distorsionan la realidad, porque han sido pensados por hombres y tienen al hombre como norma. Es la tesis de Caroline Criado Perez, que en su libro Invisible women: exposing data bias in a world designed for men (Chatto & Windus, London 2019) cita muchos ejemplos de cómo las estadísticas no ven lo específico y las necesidades de las mujeres, y por tanto reflejan un cuadro deformado de la realidad. Y si además las políticas se basan en estos datos, es evidente que las mujeres tienen una vida más difícil. Según la autora, muchas mujeres son invisibles en la vida diaria: pensemos en el trabajo doméstico (asociado a las mujeres), que se ve como un fenómeno normal; en el diseño de las ciudades: ¿cuántos planes urbanísticos toman en consideración a quienes se desplazan normalmente para hacer la compra?; en el trabajo: la diferencia salarial entre hombres y mujeres que desempeñan el mismo trabajo es de sobra conocida; en la tecnología: solo por citar un ejemplo, el software de Google inventado para el dictado descifra el lenguaje masculino con una probabilidad un 70% superior al femenino; en el campo médico: tomar el cuerpo masculino como paradigma y objeto de estudio lleva, todavía hoy, a un mayor número de diagnósticos erróneos para las mujeres, y limita la investigación de patologías típicamente femeninas.
Si nos acordáramos más a menudo de que el ser humano es hombre y mujer, también las acciones de lucha contra la miseria serían más eficaces.
La pobreza solo es una elección cuando se ha superado la miseria.
Volviendo a la diferencia entre pobreza y miseria, es importante reconocer un vínculo entre estas dos condiciones: solo quien elige libremente un estilo de vida pobre, solo quien renuncia a los bienes y experimenta la condición de la pobreza, puede ayudar a levantarse a quien está en la miseria. En cambio, cuando las cosas llegan desde arriba y se ve la condición de deprivación solo como un problema a resolver, faltan las claves adecuadas para luchar eficazmente contra la miseria. Luisa de Marillac, Francesco de Sales, Juana Chantal, y luego Juan Bautista Scalabrini (canonizado el 9 de octubre por el Papa Francisco), Giuseppe Benedetto Cottolengo, Giovanni Calabria, Francesca Cabrini, Juan Bosco, Madre Teresa, eligiendo el camino de la pobreza, recibieron ojos para ver en los pobres, en los vergonzosos, en los desamparados, en los chicos de la calle, en los inmigrantes, en los enfermos e incluso en los deformados, algo grande y hermoso por lo que merece la pena gastar la propia vida y la de cientos de miles de personas que los han seguido, atraídos e inspirados por su ejemplo. En esta estela de precursores y profetas, las figuras de mujer destacan por su valentía y por la capacidad de ir contra corriente, teniendo en cuenta que generalmente quedaban relegadas a un segundo plano. Desgraciadamente el ejemplo y las gestas de estas mujeres, muchas de ellas fundadoras de Institutos y Órdenes religiosas, son menos conocidas que las de sus “compañeros” varones. También hoy muchos institutos religiosos femeninos están en la frontera de lo que podríamos llamar miseria en la miseria de muchas mujeres: tráfico de seres humanos y explotación sexual de las mujeres, alfabetización y educación financiera, sobre todo en países donde las mujeres no tienen acceso ordinario a la educación, ayuda a la maternidad donde es fácil morir al dar a luz a una criatura.
El trabajo de las consagradas no es el de una ONG.
¿En qué se diferencia el trabajo de muchas mujeres consagradas en favor de otras mujeres del de muchas agencias internacionales? En primer lugar en la finalidad: dar vida a las palabras de Jesús «he venido a traer vida y vida en abundancia» (Jn 10,10). Traer la ternura de Dios por cada criatura, sobre todo para los marginados y excluidos. En segundo lugar hay un cómo, que es ya y todavía no. Una propuesta cristiana para que no haya excluidos: la comunión de bienes. En la primera comunidad cristiana, leemos en los Hechos de los Apóstoles: «Los que poseían campos o casas los vendían, llevaban el importe de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles, y después a cada uno se le repartía según su necesidad» [Hch 4, 34-35]. La puesta en común era libre y espontánea, y los bienes eran repartidos según las necesidades. La consecuencia de la puesta en común es que en la comunidad “no había necesitados”. Cuando en una comunidad se da con alegría y se comparte todo, no hay necesitados. Una elección de sobriedad individual compartida entre muchos genera comunidades inclusivas. El apóstol Pablo, en cada pequeña iglesia que formaba, organizaba colectas y en sus cartas explicaba cómo hacerlas. Por eso insiste, llama y agradece. De San Pablo aprendemos que los bienes se comparten, pero también el trabajo, para que todos tengan algo que dar, y que la Providencia es un actor fundamental a la hora de compartir: «Que cada uno dé según lo que haya decidido en su corazón… El que suministra la semilla al sembrador y el pan para el alimento, suministrará y multiplicará también vuestra semilla» [2 Cor. 9, 7.10].
La Providencia y el céntuplo no siempre se manifiestan en el mismo plano de los dones y los bienes puestos en comunión. Privarse de bienes materiales, por ejemplo, puede corresponderse con una inesperada fecundidad en el trabajo, y viceversa. A propósito de esto, es significativo un pasaje de la Carta a los Romanos: «Los de Macedonia y Acaya han querido hacer una colecta en favor de los pobres de la comunidad de Jerusalén. Lo han decidido porque son deudores suyos: pues si los paganos se beneficiaron de sus bienes espirituales, están en deuda para socorrerles en los materiales» (cf. Rm 15,20-27). Así pues, comunión de bienes espirituales y materiales.
El camino de la comunión de bienes depende del compromiso de todos y de la contribución de cada uno. No es casualidad que el primer altercado en la primera comunidad cristiana fuera el episodio de Ananías y Safira [Hch 5, 1-11 ] Estos, aun compartiendo los bienes, intentaron quedarse con algo para ellos mismos, mintiendo a Pedro. El primer problema de corrupción de la comunidad no se refiere a la doctrina o a la fe, sino a la comunión de bienes. ¿Es a causa de este episodio y de muchos otros donde los intereses personales prevalecen sobre el bien común, que hoy se habla poco de la comunión de bienes como un ideal y una forma de vivir que resolvería de raíz el problema de los descartados? Sin embargo, muchos institutos religiosos, muchas comunidades cristianas y movimientos, sin hacer demasiado ruido, están viviendo este ideal y son brotes y bocetos de cómo podría ser el mundo si lo pensáramos con los ojos de los descartados, y todos comprendiéramos la bienaventuranza de la pobreza.
Sor Alessandra Smerilli es Hija de María Auxiliadora, economista, secretaria del Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral.
ir a la ficha con más información
ir a la página dedicada al evento
leer el discurso del Papa Francisco
ver el vídeo del encuentro
ver la photogallery
La nueva revolución para la pequeña empresa.
¡Costrúyelo! ¡Léelo! ¡Vívelo! ¡Compártelo! ¡Experiméntalo!
El dado de la empresa también en español Descarga la App para Android
vedi il video-report
vai alla scheda di approfondimento
Tutte le info alla pagina dedicata
vedi i nuovi eventi sul FB Slotmob
Hay 320 invitados y ningún miembro en línea