Video - Retrato: Margarita Ramírez De Moreno

Retratos de empresarios de la EdC – La hilatura y la cultura de los “calchaquíes” en Argentina. El ideal de la fraternidad, encarnado en el mundo del trabajo, puede ser la ocasión para rescatar a un grupo de mujeres discriminadas desde siempre que, poco a poco, recuperan su identidad y su dignidad, en beneficio de toda la comunidad indígena.

Empresa "Tinku Kamayu" (Unidas para trabajar)

por Margarita Ramírez De Moreno, Santa María de Catamarca, Argentina

Tinku_kamayuNací en Santa María, en una región muy pobre al pie de los Andes pero con una rica cultura indígena. Soy descendiente de los indígenas “calchaquíes”, estoy casada y soy madre de siete hijos.

Soy la primera diplomada que ha salido de laEscuela Aurora de Santa María de Catamarca, reconocida por el gobierno argentino tras 35 años de actividad, por su gran contribución educativa en el estudio y recuperación de las técnicas y los símbolos de la cultura “quechua”. En esta escuela conocí el Ideal de la Fraternidad, que he elegido como la brújula de mi vida.

En 2003, ante el paro galopante, puse en marcha una instalación de hilatura para el taller textil de la escuela. No fue fácil convencer a las mujeres de mi tierra, discriminadas desde siempre, para que retomaran el trabajo del hilado, puesto que para llegar a la instalación de hilatura tenían que atravesar ríos y recorrer muchos kilómetros cada día.

No teníamos medios. Poco a poco, cada uno fue poniendo a disposición lo que tenía: un huso, lana, la habilidad para la artesanía tradicional… Pero el precio de las máquinas seguía siendo un problema.

Un día tuve que pedir que me llevaran en coche y entonces le confié al conductor mi preocupación. El entonces me dijo que sabía construir máquinas para hilar. “¿Podrías hacerlo?”- le pregunté.  “Sí, ya me pagarás cuando puedas”, me respondió.

En aquel momento acabábamos de perder el local en el que trabajábamos y la más experta se había despedido.  Fueron momentos duros en los que llegamos a pensar que tal vez nos tendríamos que rendir.

Entonces propuse a mis compañeras hacer un “pacto”: trabajar cada día buscando el bien de la otra, teniendo siempre en cuenta las necesidades de la otra, poniendo a las personas que están a nuestro lado en el primer lugar. En definitiva, les pedía llevar a la práctica en el lugar de trabajo el amor evangélico que, según aprendí, pide el mismo Evangelio y el resto “se nos daría por añadidura”.

Poco después recibimos una donación con la que compramos un inmueble y algunos enseres. Así nació el taller “Tinku Kamayu” que significa “unidas para trabajar”. Al principio éramos ocho. Hoy somos 18, con una producción en aumento. Sentimos que formamos parte de un proyecto más grande, que incluye también a otros “calchaquíes”. Hemos recuperado nuestra identidad de pueblo y con ella la esperanza, el crecimiento cultural, y una posibilidad de trabajo para nosotras y para otras personas, dando valor a la riqueza de nuestro pueblo por el bien de nuestras ciudades.

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