Mind the Economy, serie de artículos de Vittorio Pelligra en Il Sole 24 ore.
Vittorio Pelligra
Original italiano publicado en Il Sole 24 ore del 25/08/2019
«Todos dependemos los unos de los otros, todos sin excepción» escribe George Bernard Shaw en el cuarto acto de “Pigmalión”. La interdependencia es la característica que define la vida de nuestras sociedades y esto no es nuevo. Nuestra historia evolutiva, desde cuando no podíamos ni siquiera llamarnos “homo”, ha estado plasmada por las lógicas y las dinámicas de la interdependencia. Sabemos que competir y cooperar son las fuerzas que determinan nuestros objetivos y orientan nuestras elecciones.
Competir y cooperar son distintos modos de encontrarse, que a veces adquieren formas misteriosas y fascinantes. Cuando hemos sido capaces de transformar en cooperación el conflicto y la competición, hemos dado saltos evolutivos importantes desde el punto de vista cultural.
Thomas Hobbes relata uno de estos momentos, cuando imagina, en el Leviatán, el nacimiento del Poder Soberano: la guerra de todos contra todos es la condición natural; por eso nuestra vida es “solitaria, pobre, salvaje, brutal y corta”. El hombre es esencialmente “metus et spes”, miedo y esperanza, pero sobre todo esperanza, y a partir de una chispa de racionalidad hace surgir la idea resolutiva, el Leviatán, a quien concede poder y autoridad para obligar a los hombres, incluso contra su voluntad, a pasar del modo conflictivo del estado natural al modo cooperativo del estado de derecho.
En la antropología negativa de Hobbes, es necesaria la intervención de un tercer sujeto externo para inducir a los seres humanos a cooperar entre sí y poder disfrutar de los beneficios que de esta cooperación se pueden derivar: «La industria, la cultura, la navegación, todos los bienes que pueden importarse por mar, los edificios, los instrumentos para mover y retirar cosas, el conocimiento de la superficie de la tierra, las exploraciones, los instrumentos para medir el paso del tiempo, las artes, la literatura (…), la sociedad».
En la realidad, más allá del mito fundacional hobbesiano, sabemos que las distintas sociedades han inventado mil soluciones al problema de la cooperación. El mutuo provecho no siempre surge, como pensaba Adam Smith, de la acción providencial de la mano invisible del mercado. Por eso aparecen las normas sociales, los tabúes, las tradiciones, las creencias religiosas y las normas escritas y no escritas que impulsan a sujetos por principio auto-interesados a realizar comportamientos cooperativos, incluso al autosacrificio y, más a menudo, a renunciar al oportunismo, la prevaricación y la explotación del otro.
Nuestra historia cultural está llena de ejemplos de este tipo, de “tecnologías institucionales” creadas para juntar a los individuos y transformarlos en personas capaces de reconocer la alteridad y sus beneficios. Tal es el caso, por ejemplo, de las normas que en muchas sociedades de cazadores-recolectores preveían la “transferencia de la propiedad”.
Cuando los hombres adultos Ju/'Hoansi, una población nómada que vive en el desierto del Kalahari, entre Namibia y Botswana, van a cazar, toman prestadas las puntas de flecha de otros. En su cultura, la propiedad de la flecha es la que determina la propiedad de la presa cazada, y no la acción del cazador. De este modo, los propietarios de las flechas reciben las presas de los cazadores y pueden distribuir la carne de acuerdo con reglas de justicia y equidad, protegiendo esta distribución de distorsiones debidas a las pretensiones de los cazadores individuales. La transferencia de propiedad hace que para los cazadores sea psicológicamente menos difícil separarse del fruto de su trabajo y facilita un reparto eficiente de los importantes recursos alimenticios entre todos los miembros de la sociedad.
Hoy los estudios antropológicos se unen a los matemáticos en el análisis de las estructuras de interacción, redes y estrategias de comportamiento que favorecen la emersión de resultados cooperativos entre grupos sociales. Uno de los paradigmas más usados en este ámbito hace referencia a la llamada teoría de juegos evolutivos que estudia, desde un punto de vista formal, el éxito de ciertos comportamientos y las condiciones necesarias para que estos se extiendan y se conviertan en reglas comunes. Uno de los casos más sencillos estudiados por esta teoría es el llamado “juego del halcón y la paloma”. Imaginemos una población constituida exclusivamente por halcones y palomas, en una determinada proporción, que interactúan para acaparar los recursos alimenticios. Los halcones, cuando se encuentran con una paloma, luchan contra ella y llevan las de ganar; las palomas, cuando se encuentran con otras palomas, comparten pacíficamente el alimento; sin embargo, cuando se encuentran dos halcones luchan entre sí desperdiciando recursos y resultando heridos. Ser halcón o paloma equivale a asumir comportamientos conflictivos o cooperativos. Estudiar cómo evoluciona la población de halcones y la de palomas ayuda a entender cómo y cuánto se extenderán, en los distintos grupos sociales, las reglas y normas conflictivas y cooperativas.
En este ejemplo solo hay tres posibles finales: las palomas se extinguen y dejan vía libre a los halcones; las palomas ganan la partida porque los halcones se extinguen; o los halcones y las palomas aprenden a coexistir en alguna proporción.
Los dos primeros casos representan situaciones inestables. Esto significa que si una población está compuesta exclusivamente por una especie, es más fácil que sea invadida por otra, ya se trate de halcones o de palomas.
El único equilibrio estable es aquel en el que una determinada cuota de halcones cohabita con una determinada cuota de palomas. Pero ¿en qué proporción? Esta es la pregunta fundamental, puesto que la respuesta a esta pregunta nos dirá el grado de conflictividad de una sociedad. La respuesta depende de dos factores: los recursos en juego y la capacidad de las palomas para reconocer a otras palomas.
Si es posible elegir con quién interactuar con mayor frecuencia – eligiendo a otras palomas y evitando en la medida de lo posible a los halcones – entonces las palomas se extenderán rápidamente, incluso en un mundo poblado prevalentemente por halcones.
Pero ¿qué significa, concretamente, reconocer a las palomas? Significa premiar las decisiones cooperativas de los otros; no limitarse exclusivamente a castigar a los halcones y crear alianzas de palomas. Significa invertir la tendencia actual que castiga a quienes ayudan a los demás, a quienes producen bienes públicos, a quienes protegen los bienes comunes, como por ejemplo el tercer sector, el mundo del voluntariado o cualquiera que tenga un horizonte de valores más amplio que el mero egoísmo individual, regional o nacional.
Los grupos de cooperadores superan a los que prefieren el conflicto. Sabemos que estos no desparecerán, puesto que las poblaciones uniformes son inestables – como hemos visto antes – pero al menos quedarán reducidos a una minoría socialmente menos dañina.
Si la teoría de juegos nos enseña algún mensaje en este sentido, es el de la potencia de las “decisiones asortativas”, el poder derivado de la creación de redes y alianzas de cooperadores. A propósito de redes, hay otro aspecto de la cuestión que merece la pena abordar, aunque sea brevemente.
Un análisis realista de nuestras relaciones de interdependencia no puede prescindir de la dimensión espacial. Nuestros encuentros e interacciones no se producen en el vacío, sino que están determinadas, de alguna manera, por la proximidad. Me encuentro más veces con el vecino o con el compañero de trabajo que con el amigo de la infancia que vive e en otra ciudad.
Nosotros interactuamos dentro de redes de relaciones que tienen una configuración determinada en el espacio. Estas redes, que determinan nuestras elecciones y su eficacia, no están dadas de una vez para siempre, sino que están en continua evolución. En cierta medida, podemos elegir al lado de quién nos ponemos o con quién nos relacionamos más frecuentemente.
En este sentido, el mensaje que nos viene del análisis de redes es parecido al del “juego halcón-paloma”: si sois palomas elegid relacionaros con palomas. Pero esta perspectiva nos sugiere un paso más: mientras que en el “juego halcón-paloma” no se puede no interactuar con un halcón o con una paloma, el análisis de redes toma en consideración una tercera estrategia que consiste en prever la creación de nuevos vínculos o la eliminación de los viejos. En una red, en alguna medida, siempre es posible elegir cooperar o comportarse de forma conflictiva, pero también interrumpir las relaciones con un sujeto determinado o crear otras nuevas.
Es lo que hacemos cuando en las redes sociales bloqueamos o pedimos ser amigos de alguien. La introducción de esta tercera posibilidad facilita aún más la creación endógena de redes cooperativas, porque crea nuevos incentivos, aumentando el coste para los sujetos conflictivos y, al mismo tiempo, los beneficios para los cooperadores (Rand, D., Arbesman, S., Christakis, N. “Dynamic social networks promote cooperation in experiments with humans”, PNAS, 2011, 108, pp. 19193-19198).
Luchar con molinos de viento, a pesar de la maravillosa referencia literaria, no siempre es una política sabia. Como ocurre en la lucha de halcón contra halcón, el riesgo es malgastar recursos. Es mejor cambiar de blanco, aliarse con los cooperadores y huir de los oportunistas, valorar los valores ajenos, ser selectivos en las interacciones, y crear alianzas y redes cooperativas de mutuo provecho.
Estas son solo algunas de las estrategias de desarrollo social que la teoría de juegos evolutivos y el análisis de redes nos sugieren. Las implicaciones y las aplicaciones prácticas son naturalmente innumerables y se refieren a muchos ámbitos de la vida de nuestras comunidades e instituciones. Fiarse de los médicos y de los profesores, leer periódicos serios, no desconfiar de los expertos, ser humildes y estar abiertos a la duda, no votar a políticos corruptos, elegir administradores competentes, amigos verdaderos y compañeros fieles, poner en marcha procesos y no ocupar espacios. Son cosas que tienen que ver, en última instancia, con las condiciones necesarias para obtener resultados colectivamente mejores y de manera más eficaz. Cada uno de nosotros, a gran o a pequeña escala, puede cumplir una parte esencial. Yo he escrito este artículo, y desde hace algún tiempo he dejado de seguir a algunos fachas digitales en las redes sociales. No es la solución, pero ayuda.