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Constructores de paz para la EdC

Más allá del mercado – Sorprendente encuentro con una asociación que ha hecho suyo uno de los sueños de Chiara Lubich: la Economía de Comunión

Luigino Bruni

Original italiano publicado en Città Nuova - Agosto 2018

Costruttori di pace ridFlorencia, 28 de junio, iglesia de San Lorenzo. En los locales del sótano de la iglesia, la asociación Constructores de Paz presenta ante unas 40 personas su recién creada empresa de “comida de calle”. Yo les conocí unos meses antes, cuando me convocaron para hablarme de su interés o más bien de su “pasión” (como les gusta llamarla) por la Economía de Comunión (EdC). Se trata de una asociación creada por jóvenes para responder a las necesidades de otros jóvenes inmigrantes que, una vez que cumplen los 18 años de edad, se encuentran en una situación de grave vulnerabilidad. Primero empezaron acogiéndolos en sus casas, después alquilaron un apartamento y ahora han creado una estructura de acogida en los locales de la parroquia.

Los miembros de la asociación son trabajadores, dependientes, estudiantes. El presidente, Emmanuel, es un joven italiano de padres africanos. «Encontramos la EdC por casualidad, buscando en Internet economías distintas, -me dice Mauro, uno de ellos- Y de ahí llegamos a Chiara Lubich. La vimos y la escuchamos en algunos vídeos de encuentros de formación. Después, una noche, algunos soñamos con ella a la vez. A uno Chiara le abrazó sin decir nada; a otro le dio respuestas a preguntas sobre Dios y sobre la fe; y a mí - continúa un poco emocionado - me dijo una frase que aún no he comprendido: "tened siempre a Jesús en medio’’».

El encuentro con los Constructores de paz es uno de los acontecimientos más fuertes y verdaderos de estos años. Un grupo de jóvenes, que se ponen a trabajar concretamente para acoger en sus casas a otros jóvenes en una situación difícil, encuentran por su cuenta la EdC y después sueñan juntos con Chiara la misma noche, y ella les dice cosas muy bellas, las mismas que nos ha dicho muchas veces a nosotros pero estamos olvidando, porque estamos olvidando el deseo de cambiar el mundo. La economía de comunión renace hoy (pienso en el Congo, en América Latina y también en Europa) donde hay personas como Emmanuel, Mauro y sus amigos y amigas. Donde hay personas que se ponen de nuevo a acoger a los pobres en sus casas. El primer “mito fundacional” de la EdC es el Trento de la posguerra, cuando en el primer focolar muchas veces comían en la misma mesa “una focolarina y un pobre, una focoloraina y un pobre”. Chiara y sus primeras compañeras nos lo han contado muchas veces. Y en esas ocasiones – contaba – ponían los manteles y los cubiertos mejores, expresando con este gesto sencillo la dignidad y el valor de estos invitados.

Hoy la EdC vive y renace donde hay empresarios y otras personas que siguen acogiendo “en su casa” a las personas que pasan por dificultades, aunque la mesa dispuesta para la fiesta sean los bancos de trabajo de los talleres y los comedores de las empresas. La inclusión comunitaria y productiva sigue siendo el primer paso de toda nueva experiencia de comunión, en cualquier lugar del mundo. «He ido a vivir con los chicos que hemos acogido», me ha contado Emmanuel, porque «no podía decir que somos una familia si no iba a vivir con ellos. La vida renace de la vida, cuando alguien deja el calor de los encuentros y del consumo de espiritualidad, y se pone a caminar al encuentro del otro que espera».

La hospitalidad es una virtud hoy muy amenazada, en una fase en que Occidente ha olvidado sus valores fundacionales y ya no se acuerda de que Isaac, el hijo de la promesa, fue anunciado por tres huéspedes a los que Abraham y Sara acogieron en su tienda nómada.

La nueva empresa de EdC que está naciendo en Florencia creará trabajo para estos huéspedes venidos del mar, porque mientras un joven no trabaje no habrá sido verdaderamente acogido. Pero el trabajo no nace del gobierno ni de las burocracias, sino de aquellos que deciden convertirse en empresarios para responder al grito de las personas de su ciudad. Personas como Emmanuel y Mauro son las que mantendrán viva la EdC. Si nosotros seguimos cómodamente instalados en el confort de nuestras comunidades, los ángeles les visitarán y les llamarán en sueños.

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