Debate sobre la EdC en la Sankt Andreas Bibliotek de Copenhague
En Escandinavia también hay quien sueña con la EdC
por Benedetto Gui
Pensando en Brasil, con sus encuentros entre la riqueza y la pobreza extremas, no es difícil comprender que la EdC naciera precisamente allí. Escandinavia está en las antípodas de Brasil y no tanto en sentido geográfico como en lo relativo a la organización social. Aquí la idea del estado social ha alcanzado su realización más avanzada, garantizando a todos los ciudadanos los niveles de educación y sanidad más altos del mundo, junto con un eficaz sistema de seguridad social, por lo que no sólo la renta per capita es muy elevada, sino que la pobreza y la desigualdad son las más bajas del mundo. Por si eso no fuera suficiente, los países escandinavos muestran sensibilidad hacia los países de baja renta y son aquellos que donan en ayudas internacionales el porcentaje más alto de su PIB.
¿Qué podría aportar la EdC, cabría preguntarse, a unos resultados ya de por sí tan positivos?
Sin embargo, el debate posterior a la presentación del proyecto hace unos días en la Sankt Andreas Bibliotek de Copenhague (Dinamarca), ha mostrado que existe el mismo interés por una economía inspirada en la fraternidad que se encuentra en otras latitudes, donde los problemas están más calientes. Los participantes – un grupo muy cualificado de exponentes del mundo cultural, científico y religioso (tanto católico como luterano) – se han mostrado muy sensibles ante la perspectiva de una economía respetuosa con la persona, capaz de dar sentido pleno al compromiso profesional, libre de condicionamientos del poder financiero y atenta a las exigencias de la justicia. “Debéis ser menos tímidos a la hora de presentar esta visión de la economía, porque el mundo la necesita”, comentaba un participante. Y añadía: “Yo también espero participar plenamente en la EdC, si consigo que se haga realidad una iniciativa en la que estoy trabajando”. Por nuestra parte, le hacemos llegar nuestros mejores deseos de que eso ocurra.